ESPAÑA 12 - MALTA 1. EL PARTIDO MÁS INOLVIDABLE

QUE NOCHE LA DE AQUEL AÑO
España llegó al partido con Holanda en cabeza de grupo, pero con los mismos puntos y un coeficiente de goles en contra que la obligaba a ganar por 11 goles de diferencia, algo que no cabía esperarse ni en un partido de colegio, pero las cuentas salieron tras un partido agónico que nació incluso con sorpresa. En el minuto dos, penalti a favor de España que Señor manda al palo. A perro flaco... Los de Miguel Muñoz, que salieron en tromba, no lograron marcar hasta el minuto 15, con un gran cabezazo de Santillana. Quedaba mucho camino, pero por si la dificultad era poca, llegó el empate en el minuto 24. Quedaban 66 minutos para marcar sólo 11 goles. Hasta el descanso dos dianas más del ariete madridista para la esperanza: 3-1 con Santillana volando como nunca con la cabeza como principal arma. El Villamarín se disponía a vivir un hecho insólito. Quedaban 9 goles para poner a España en la fase final de la Eurocopa de Francia y hacía falta algo más que el festivo ambiente de la grada. La segunda parte empezó con un gol tempranero de Rincón (4-1), uno de esos jugadores que representaron la famosa furia española, además delantero del Betis, por lo que sus goles tuvieron aquella noche un sabor, si cabe, más dulce. El mismo Poli aprovechó once minutos más tarde una cantada de la zaga maltesa y logró el 5-1. A seis tantos del objetivo. En el minuto 62 otro bético, Gordillo, hizo una de las suyas por la banda, centró y Maceda colocó la media docena en el marcador. El sportinguista volvió a hacer diana un minuto más tarde (7-1). El octavo también llevó la rúbrica de Rincón. En el minuto 66, otra vez Santillana, a pase de Gordillo. Era el 9-1. Enseguida, en el 77, el número mágico se instalaba en lo alto del estadio: 10-1 y otra vez Rincón. La duda se iba despejando, pero quedaban dos. A diez minutos del final llegó el turno de Sarabia, 11-1. ¡Y quedaban 10 minutos! En el 84 se hizo el milagro, firmado por Señor. 12-1 y la grada gritando, ya ronca, "Sí, sí, sí, nos vamos a París". Qué noche aquélla.

SEVILLA TUVO QUE SER


Sonó el teléfono en el vestuario del Villamarín: "Miguel, enhorabuena y gracias porque el país estaba necesitado de una alegría como ésta". Así le agradecía Felipe González al seleccionador nacional el memorable 12-1 infligido a Malta en el campo del Betis con el que se lograba el pasaporte para la Eurocopa a celebrar en Francia el verano siguiente. Llovía en todos los sentidos en aquellos coletazos de un año que se había llevado por delante a Rumasa, que había sido el de la aparición del compact disc y en el que el Athletic Club paseaba la Liga por la Ría. Fue también el año de la boda en el Gran Poder del torero Paquirri con Isabel Pantoja o el del divorcio de los Duques de Cádiz. Ese 1983 murieron el boxeador Jack Dempsey, el payaso español Charlie Rivel, el actor británico David Niven o ese aragonés universal que fue Luis Buñuel. Era un año que se hizo especialmente astifino en ese diciembre que anunciaba el España-Malta en el estadio Benito Villamarín, que así era como se llamaba el campo de un Betis presidido por Gerardo Martínez Retamero y entrenado por Pepe Alzate. En la otra parte de la ciudad estaba Eugenio Montes Cabeza en los últimos meses de su presidencia y entrenaba al Sevilla el carismático y eficiente Manolo Cardo. Ese diciembre lluvioso hasta la exasperación se enlutó con varios sucesos tremendos en Madrid. En dos accidentes en Barajas fallecieron casi trescientas personas, mientras que todo el país se conmovía el sábado 17 con el incendio de Alcalá 20, una discoteca que se convirtió en ratonera para 78 veinteañeros. Por lo tanto, la cita futbolística en Heliópolis, a la par que como misión casi imposible, se anunciaba en medio de un ambiente de tristeza generalizada. Llovía de forma inmisericorde y eso contribuía a entristecer más lo que rodeaba a ese tremendo compromiso. El pesimismo iba en aumento, pero un hombre se mantenía al margen de esa corriente: el seleccionador nacional, Miguel Muñoz. España tenía que derrotar a Malta por once goles de diferencia para ganarle a Holanda el average. El sábado 17 Malta recibe a Holanda en terreno neutral, en Aquisgrán, y los holandeses golean con un 0-6 que obliga a España a una diferencia de once goles. Vicente Miera, segundo de Muñoz, ha espiado a los malteses y llega a la concentración de Oromana con la sensación de que se le pueden hacer once goles a Malta. Coinciden estos informes con la lesión de Ricardo Gallego, lo que obliga a Muñoz a convocar al barcelonista Víctor, a la postre titular y elemento determinante en la proeza. A medida que el partido se acercaba crecía el optimismo de Muñoz: "Once goles casi no da tiempo en fútbol, pero una cosa es segura, la de que sólo se llega a esa cifra si es obligado hacerlo; si no, se levanta el pie del acelerador". A la hora de la verdad hizo falta un gol más por culpa de aquel churro que De Giorgio le hizo a Buyo. Hicieron falta doce en el portal del atribulado Bonello y cayó la docena para que el recordado e irrepetible Miguel Muñoz la resumiese en un "Sevilla tuvo que ser" que le musitaba al oído a todo el que le abrazaba. Veinte años ya y la verdad es que entonces, en aquel tenebroso 1983 necesitaba España una alegría como esa.

ASÍ LO RECUERDAN LOS PROTAGONISTAS
- "Fue una piña de todos tirados en el suelo. Miguel Muñoz, que en paz descanse, también salió del banquillo, pero fue más en la ducha. Camacho y yo nos duchamos sentados porque nos pusimos a llorar y era algo lógico. Ahí teníamos que desatar toda la tensión acumulada". Así recuerda Rafael Gordillo, veinte años después, aquella mágica noche del 21 de diciembre de 1983 en el Benito Villamarín, 12-1 a Malta y clasificación sellada para la Eurocopa de Francia 84 por más señas.- Antes de esa explosión de júbilo al filo de las diez de la noche, muy pocos, prácticamente nadie, creían en la hazaña. Aunque de entre el habitualmente prudente mundillo futbolístico sobresalía la voz confiada, casi chulesca, de Hipólito Rincón. "Yo me lo creía desde el principio. La prueba es que hice muchas apuestas y la mayoría las gané, estaba convencido de que iba a pasar", asegura el ex delantero del Betis, al que sus compañeros apodaban Rincón Morales Morales por su fe ciega.- Aunque ahora, tal vez porque 20 años no son nada como reza el tango, Buyo recuerde que todos confiaban en la proeza: "Todos pensábamos que podíamos hacerlo. Si sales a un campo creyendo que no puedes hacerlo es malo para un profesional. Creíamos en nuestras posibilidades y ésa fue una buena labor del entrenador y de Vicente Miera".- Confianza, apoyo de la grada, efectividad máxima, la denominada furia española, ¿cuál fue la clave de la goleada maltesa? Para Santillana, un variado cóctel: "Un poco de todo. La mentalización de los futbolistas, el entrenador y toda la gente en los días de la concentración. Y una afición como la de Sevilla, que nos apoyó a muerte y, al final, ver su felicidad inmensa y la satisfacción de todo el mundo hizo que fuera un día épico en el fútbol español". - No obstante, para Maceda el público tuvo una gran cuota de responsabilidad. "Tengo grabado el descanso, fue espectacular. Con el 3-1 salimos con la cabeza baja. Pero todo el mundo se volcó como si faltara un solo gol, se me puso la carne de gallina. Si faltaba algo para dar el do de pecho, lo puso el público de Sevilla", afirma el central asturiano.- El autor del 12-1, Juan Señor, incide en la importancia de la afición sevillana: "Se inició ahí el jugador número 12. Esta afición demostró que España necesita un soplo de aliento para ser una selección muy poderosa. Muchas aficiones han tratado de emular a Sevilla, pero no sé si conseguirán esa pasión y entrega por los colores". Señor recuerda el gol número doce como el momento cumbre de su carrera. "Sólo recuerdo que me llegó el balón de un rechace y no dudé. Estaba fuera del área, y a veces he pensado ¿y si llega a ir fuera?. Bueno, si llega a ir fuera, estoy seguro de que cualquier otro compañero hubiese marcado otro gol, porque aquella noche estaba todo de cara". El bravo lateral recuerda también con gracia, que "Cuando ví el balón dentro me dio sólo por correr, correr y gritar sin dirección y sin sentido. Era tal la tensión acumulada, y tantas las ganas de liberarla, que si no llega a ser por el "Gordo" y Antonio (Maceda), que me tiraron al suelo como en un placaje de rugby, aún hoy estaría corriendo por las calles de Sevilla".- No obstante, también hubo un componente mágico, una serie de concatenaciones que obraron el milagro. "Se dio todo para que fuera así. En la segunda parte, cada ocasión fue gol. Coincidió todo y si se volviera a repetir una situación así sería algo imposible de hacer", rememora Camacho.- También Marcos Alonso entiende que aquel partido supone una raya en el agua y por eso está en la historia. "Fue una gesta impresionante porque hoy en día, e incluso antes, meterle doce goles a un equipo no lo hacías ni contra los juveniles. Y, después, incluso jugamos la final contra Francia en esa Eurocopa, es curioso". - Esta unión de casualidades provocó que se desconfiara de la limpieza del partido, como recuerda Víctor. "Cuando jugué fuera de España, en Italia, mis compañeros me comentaban ese partido y pensaban que estaba amañado, pero de ninguna manera, porque fallamos un penalti, ellos marcaron con un rebote en Maceda...".- Pese a que los veinte años transcurridos han borrado muchos recuerdos, ninguno de ellos podrá jamás olvidar aquella noche. "Fue histórico, todavía te emocionas cuando lo recuerdas, es algo imposible de hacer ahora. Es el mejor partido que he jugado porque era muy difícil conseguir eso", afirma Goikoetxea.- Esos noventa minutos fueron tan especiales que incluso el tiempo pareció pararse... "Cuando jugaba al fútbol me acordaba de todo, tenía una memoria futbolística especial, pero cuando terminó ese partido no sabía cómo se había desarrollado, sólo sabía que habíamos logrado el objetivo, hubo tal vorágine...", indica Sarabia.- Incluso, como comenta Carrasco, los jugadores de la selección llegaron a sentirse dioses: "El gol de Señor fue un acontecimiento que intuíamos que iba a llegar a partir del séptimo u octavo; si hubiéramos tenido que meter trece, los metemos. Todos hablamos posteriormente de la sensación que tuvimos de que el balón no podía ir en otra dirección distinta a la que nosotros queríamos".

RINCON SE QUEDÓ CON EL BALÓN
En torno a un partido histórico como aquél circulan numerosas leyendas y una de ellas hace referencia al poseedor del balón con el que se jugó. Rincón no tiene dudas de su ubicación. "Está en mi casa, en una vitrina, rodeado de trofeos de mi carrera y es una gran herencia para mis hijos", asegura el ex bético. Otros no lo tienen tan claro, entre otras cosas porque se utilizaron hasta cuatro balones para no perder tiempo.

EN HOLANDA AUN CREEN QUE HUBO TONGO
Desde que se supo que España debía ganar por once goles a Malta, Holanda temió un tongo que la dejara fuera de la Eurocopa. La Federación Holandesa pidió a la UEFA un delegado especial, desplazó a dos directivos a Sevilla y contrató a detectives. Para evitar suspicacias, se suspendieron el paseo en coche de caballos, la fiesta flamenca y la capea preparadas para los malteses.

EL PORTERO DE MALTA QUEDÓ MARCADO
La vida también ha cambiado mucho en casi 25 años para los jugadores de Malta que cayeron goleados en aquella noche mágica en el Villamarín. Muchos de ellos han encontrado un hueco en la federación de su país después de finalizar su carrera deportiva pero ¿qué fue de aquel portero que recibió los 12 tantos? Pues bien, John Bonello es actualmente el encargado de formar a los porteros de las diferentes selecciones de Malta y no tiene, especialmente, un buen recuerdo de lo que ocurrió aquel 21 de diciembre de 1983. Había asegurado antes del partido que era casi imposible que le marcasen 11 goles, pero que si los recibía, se retiraría. Al final no lo hizo. Sin embargo, el España - Malta le dejó secuelas irreversibles."Fue una mala experiencia, simplemente fue una mala experiencia". Así de escueto y evasivo se muestra Bonello cuando se le recuerda lo ocurrido en el estadio heliopolitano. "Nunca hubiera creído que me marcarían once goles, ni doce, eso es impensable", afirma el ex guardameta maltés, que tuvo el peor de los protagonismos en esta historia feliz para la selección española. "Pero, ¿hace ya 23 años de eso? No lo sabía", insiste Bonello justo después de dirigir una sesión de entrenamiento con los futuros porteros de la selección de Malta, ya que él se encarga de todos los guardametas de la Federación de su país desde que cumplen once años. No tiene claro si fue el peor de los partidos de su vida-"por supuesto que fue uno de los que peor recuerdo guardo, no está entre los mejores, eso está claro"- y tampoco tiene respuesta para los motivos de aquella espectacular goleada: "No creía que los españoles pudieran marcarnos tantos goles, pero fueron muchas circunstancias, algunas de fuera del campo, y no pudimos con ellos y nos golearon".En principio asegura que no tiene recuerdos concretos de aquel partido - "si no me acuerdo de lo que hice ayer, no voy a recordar con claridad lo que pasó hace 20 años"-, pero poco a poco va refrescando la memoria y sí guarda una especie de resentimiento hacia los que fueron sus rivales. "No me dijeron nada después del partido, tampoco éramos amigos ni lo somos, pero lo que sí tengo claro es que el árbitro fue muy negativo con nosotros. Ellos necesitaron de la ayuda del árbitro para ganarnos así ese partido, porque España tenía que clasificarse, y el impulso arbitral fue fundamental para que lograran su objetivo", afirma con rotundidad Bonello. Pero el árbitro no fue lo único que influyó en ese encuentro para el desgraciado defensor de la portería maltesa en aquella noche de diciembre, sino que muchos factores externos también actuaron para que la selección isleña no pudiera frenar a los heroicos jugadores españoles. "No es justo y no se juega limpio con los países pequeños cuando se enfrentan a los grandes, ésa es mi opinión. Es más fácil que sucedan esas cosas con los países pequeños como Malta, con uno más grande no ocurre, seguro. Especialmente fue negativo el trato que tuvimos antes del partido y tampoco fue bueno en el campo. Fuera del estadio había mucha presión, la gente nos gritaba mucho y no nos dejaban ni siquiera en el hotel, todo el mundo se echaba encima y en el autobús, al llegar al campo, había gente esperando para presionarnos, eso lo notamos mucho", asegura el ex portero.No motivado por esos recuerdos, pero sí por azares del destino, Bonello ha regresado a España más de veinte años después del partido. Y lo ha hecho para ser icono publicitario de la marca de cerveza "Amstel". Antes de la experiencia publicista, no había vuelto a pisar nunca suelo español desde aquella noche de Diciembre de 1983.

4 comentarios:

  1. jajaja que bueno lo de bonello, un hecho historico sin duda los 12 goles porque teniamos que ganar 11-0 pues no 12-1 toma

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  2. Un ejemplo de cómo amañar un resultado. Que tristeza para el deporte.

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  3. Aparte de amañado, (9 goles en 2a parte), dopados todos.

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  4. Niñato, no sabes lo que era jugar al futbol, eso fueron co jo nes

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